viernes, 8 de febrero de 2013

Sin pelos en la lengua ni camisas de fuerza

Ser contradictorio es un arte no en desuso, pero sí muchas veces subestimado. Que mi discurso responda a cierta lógica y sea, sobre todo, coherente, es una condición a la que prefiero no apegarme y a la que me costó mucho renunciar. Vuelvo a escribir después de mucho tiempo y no voy a andar deshaciéndome en intentos de satisfacer al lector.

En la escritura como en la música, a la única que le doy el gusto es a mí, al revés de lo que hice a lo largo de mi vida en sus otros tantos ámbitos, así que tampoco me voy a circunscribir a un género. Soy tan autobiográfica como ficcional. Hacer literatura es una de las mejores maneras de mentir, y viceversa.

Cuando tenga tiempo, la ocasión lo amerite o la necesidad apremie, vendrán intempestivamente mis palabras a llenar espacios virtuales vacíos. La boca es una cavidad virtual: sólo existe cuando se abre. Imagino que a las palabras les pasa lo mismo. Pero abrir las palabras es más incierto: nunca se sabe qué puede surgir de adentro.

Por el momento y para justificar los medios, que supongo que serán variados y cambiantes, el fin va a ser siempre el mismo: darme el gusto de escribir. Si mi gusto de escribir coincidiera con su gusto de leer, pues será, también y desde ya, todo un gusto.

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