miércoles, 29 de octubre de 2014

El éxito propio



Sé narrar eventos pero no sé inventarlos. Siempre pensé que los in-ventos (del lat. invenire, "encontrar") venían con el viento, volando como los panaderos que se cuelan por las ventanas.

A veces sueño. El otro día soñé con un gran maestro dando una conferencia acerca de Sherlock Holmes. Yo iba a escuchar vestida como Irene Adler.

Pocas veces fantaseo, que es como inventar. Subo a un escenario con un vestido azul de la década del '30. Tomo el micrófono y empiezo a cantar un boogie. Es divertido. El público está entusiasmado, sonríe, aplaude siguiendo algunos compases, algunos se mueven incluso al ritmo de la música. Me miran con una mirada que dice que no esperaban eso de mí, están gratamente sorprendidos y muy satisfechos, como si el éxito fuera propio y estuvieran orgullosos de sí mismos. "Siempre supe que iba a ser un concierto maravilloso, qué fantástica actitud, el haber venido." Yo sigo cantando, como si me estuviera incendiando y los sonidos huyeran de mi cuerpo en llamas.

Pero lo que realmente ocurre dentro mío es que me incendié hace tiempo. Soy un cuarto vacío, negro de cenizas y desolado. Juego a que todos vean que la música me completa, me llena como un canasto rebosante de frutas exóticas, pero tengo el pecho y el estómago huecos y la voz sale de dentro mío como de un maniquí.

Ahí termina mi fantasía. Vuelvo a la realidad, que no es mejor pero no es peor.
Por eso no escribo.

jueves, 23 de octubre de 2014

All good things...

La vida tiene sus momentos tranquilos. Se alternan con los difíciles, pero cuando llegan son un descanso plácido y merecido.
En mi vida, los momentos tranquilos llegan con la primavera y con el sol. Con las flores, la lluvia en un día cálido - la lluvia que alivia la pesadez del aire y la del alma - y las mariposas en las barandas de los balcones. Llegan los primeros días de Octubre, que mi corazón espera ansioso, anticipando el festín de colores y luz, y veo como apenas un soplo de brisa descorre la pesadumbre del invierno como un velo delicado y caduco.
La vida alterna sus momentos; no hay tormentas eternas. Tarde o temprano el cielo se abre y caen, como rocío, las primeras gotas de luz.