domingo, 31 de marzo de 2013

Pánico escénico (La huella en el oído)

En tanto escriba, no puedo ser leída.

Mis rasgos están a resguardo, lejos del papel; no se pueden intuir en unos pocos versos.
Ningún hiato es el espacio entre las sienes; ningún acento es el destello de los ojos y ningún punto delimita la profundidad de las pupilas.
Ningún guión es el rictus de los labios.

El problema - diría Steiner - es la música.

Los ojos son la ventana del alma; la música, su lengua. Cuando canto, cualquier intención deja su huella en el cuerpo - en el mío; en el de quien me escucha; en el de quien canta conmigo -.
En mi voz se insinúa el movimiento de mi cuerpo; a través de sus inflexiones, de sus matices, de sus pausas y ritmos, cada uno de sus gestos.
En mi voz estoy sitiada y desnuda: expuesta.

Escribiendo soy translúcida;
cantando soy visible.

sábado, 30 de marzo de 2013

No soy mala...

... Soy mucha.

No es fácil ser mucha. No quepo en cualquier parte, me desbordo con facilidad. Incluso mi mesura es excesiva, pero ser excesivamente mesurado no es, como podría esperarse, una manifestación de mesura.

Hablo mucho, y demasiado rápido; respiro demasiado fuerte; la ropa me queda demasiado ajustada o demasiado holgada. Mi piel es demasiado blanca; ocupo demasiado espacio porque soy demasiado alta; mis movimientos son demasiado amplios - sospecho que soy también demasiado extrovertida -.

Nunca supe con respecto a qué era demasiado demasiada; cuál es el parámetro de las demasías. Por las dudas, me medía en cada gesto y cada palabra. Fui reduciendo mi volumen, mi estatura, mi blancura, mi respiración, mi velocidad, mis gestos... Pero, como puede esperarse de mi muchedad, mi mesura era excesiva.

Entonces fui demasiado poca durante demasiado tiempo. El resultado de mi denodado esmero fue la célebre frase "¡Tengo personalidad, pero no la uso!", que contesté a alguien a los ocho años de edad.

Me emociono demasiado, hago demasiados chistes, hablo demasiado. No es fácil.
Pero lo cierto es que me gusta ser mucha.
Me gusta mucho.
Demasiado.

lunes, 25 de marzo de 2013

Visto desde lejos...

La historia de los errores sería una buena historia. No una enumeración, o quizás una enumeración. Pero no sé qué "hace a" un error. No sé si la intención cuenta, o sólo los hechos, o el modo en que las acciones son recibidas por un tercero.

De mis errores, sé poco - que no significa que hayan sido pocos-. Alguna vez dije algo muy doloroso a un ser querido. Le dije: "te parecés a tu mamá". Eso fue un error, sin duda, pero no fue intencional. En cuanto al resto, es delgadísima la línea que separa los errores de los aciertos, y de qué lado están los unos y de qué lado los otros suele ser evidente sólo desde la distancia.

Sería, entonces, la historia toda, mi relato.

domingo, 24 de marzo de 2013

Homenaje

¿Y si se acercaran?
¿Y si un día, estas figuras, hologramas de un pasado no resuelto, vinieran a buscarnos?
¿Y si nos dijeran lo que quieren decirnos?

Toda nación necesita sus misterios, sus mártires, sus pérdidas y su historia.

No sé escribir sobre la memoria; de hecho, recién la estoy recuperando. Pero no puedo dejar pasar otro año sin rendirles homenaje. Por primera vez, siento que me pertenecen también a mí.

Si un día, en sueños, se acercaran; si me contaran los secretos de su horror o de su paz; si desahogaran sus penas y volcaran en palabras su dolor... 

lunes, 18 de marzo de 2013

Para Ella

Recostada, envuelta en sábanas que le helaban el cuerpo, sola y vulnerable, la luz mortecina de una luna opaca iluminaba sus manos de tierra. Parceló sus recuerdos: los tristes, los inconfesables, los verdaderos...

No más amaneceres para ella.


No fue un presentimiento, lo supo en la garganta: que no había más música para romper contra los cristales, contra las paredes, contra nada. No más explosiones de angustia y éxtasis.

No hay de quién despedirse cuando, de lo que uno fue, quedan apenas volutas de humo.


Buscó una melodía apropiada para la ocasión. Jugando, con los labios juntos improvisó algunas notas suaves. Después hizo silencio, y esperó...

sábado, 2 de marzo de 2013

Ceremonia

Abrir la ventana.
Sacar punta al lápiz.
Dejar a mano el sacapuntas.
Limpiar la mesa. Buscar hojas rayadas.
Poner agua a calentar.

Aprestar la pluma.
Guardar hojas rayadas.
Buscar hojas lisas y papel secante.
Acomodar la silla. Mirar por la ventana.
Preparar el té.

Cerrar la ventana.
Llevar la taza a la mesa.
Guardar el lápiz y el sacapuntas.
Agitar la tinta.
Sentarse.
Esperar.
Mojar la pluma.

Limpiar el exceso de tinta en el papel secante.
Dibujar.

viernes, 1 de marzo de 2013

Indecente y erótica

La palabra es virgen, siempre blanca y deshabitada.
Sinuosa y ambigua.
El aroma que desprende asciende zigzagueando,
transparente o ambarino, frío, punzante, casi imperceptible.

La palabra lanza su anzuelo y espera.

El aroma de una imagen, en cambio,
es cálido:
bajo su frazada se está siempre a resguardo del invierno. 

Las palabras rozan y queman;
las imágenes nos toman o nos ocupan.