La palabra es virgen, siempre blanca y deshabitada.
Sinuosa y ambigua.
Sinuosa y ambigua.
El aroma que desprende asciende zigzagueando,
transparente o ambarino, frío, punzante, casi imperceptible.
transparente o ambarino, frío, punzante, casi imperceptible.
La palabra lanza su anzuelo y espera.
El aroma de una imagen, en cambio,
es cálido:
bajo su frazada se está siempre a resguardo del invierno.
es cálido:
bajo su frazada se está siempre a resguardo del invierno.
Las palabras rozan y queman;
las imágenes nos toman o nos ocupan.
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