martes, 8 de abril de 2014

Elegía

No escribir una elegía.
No creo en la justicia de las palabras, y ni siquiera sé si creo en la justicia.


Quiero escribir y contar cómo fue tu vida. Que fue cortita, que estuvo llena de dolor.
Que fuiste un ángel y llenaste de amor las vidas de los que te conocieron.
Que nunca van a alcanzar las fotos, las anécdotas, los sueños.
Que tenías los labios más rojos, los ojos más verdes, más celestes, más grises.

Que tenías ojos de nácar.
Tu nariz era un pompón, un capullo como un algodoncito y tu sonrisa era más inocente que cualquiera de las otras sonrisas. Tu sonrisa era blanca, suave y chiquitita.

Pero estabas tan cansada...

No puedo llenar con palabras la enormidad de tu existencia. No puedo destejer tu belleza y hacerla letras, para que te lean los que no pudieron ver a tiempo la infinita luz en la que nos bañabas.

Necesitabas, ya, ir a descansar.

No sé cómo terminar algo que no quiero que termine. Es demasiada responsabilidad, como si con mi punto final fuese a dejarte, finalmente, ir. Como si con mis últimas palabras pudiese darte paz.

O encontrarla para mí.



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