miércoles, 29 de octubre de 2014

El éxito propio



Sé narrar eventos pero no sé inventarlos. Siempre pensé que los in-ventos (del lat. invenire, "encontrar") venían con el viento, volando como los panaderos que se cuelan por las ventanas.

A veces sueño. El otro día soñé con un gran maestro dando una conferencia acerca de Sherlock Holmes. Yo iba a escuchar vestida como Irene Adler.

Pocas veces fantaseo, que es como inventar. Subo a un escenario con un vestido azul de la década del '30. Tomo el micrófono y empiezo a cantar un boogie. Es divertido. El público está entusiasmado, sonríe, aplaude siguiendo algunos compases, algunos se mueven incluso al ritmo de la música. Me miran con una mirada que dice que no esperaban eso de mí, están gratamente sorprendidos y muy satisfechos, como si el éxito fuera propio y estuvieran orgullosos de sí mismos. "Siempre supe que iba a ser un concierto maravilloso, qué fantástica actitud, el haber venido." Yo sigo cantando, como si me estuviera incendiando y los sonidos huyeran de mi cuerpo en llamas.

Pero lo que realmente ocurre dentro mío es que me incendié hace tiempo. Soy un cuarto vacío, negro de cenizas y desolado. Juego a que todos vean que la música me completa, me llena como un canasto rebosante de frutas exóticas, pero tengo el pecho y el estómago huecos y la voz sale de dentro mío como de un maniquí.

Ahí termina mi fantasía. Vuelvo a la realidad, que no es mejor pero no es peor.
Por eso no escribo.

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